“Lilith, aquella que surgió al mismo tiempo que Adán de las manos del
Creador es, según el mito, una criatura espontánea y libre, que
posteriormente se convirtió en un ente maléfico, en un ser de la
oscuridad pero que, en todo caso, guarda en sí, como símbolo, un sentido
que la emparenta con la Gran Madre de las civilizaciones antiguas.”
“No
sabemos casi nada de Lilith. Salvo una brevísima mención en el libro de
Isaías.
La
Biblia cristiana no dice nada más sobre la mítica primera dama de la
historia de la Humanidad y a la que, por tanto, le cupo el honor de ser
también la primera pareja de Adán, antes que Eva se oficializara para la
posteridad recogiendo para sí tal papel.”
(Paloma
de Miguel, psicóloga)
mi nombre es Lilith
Mi nombre es Lilith, la indómita, defendiendo mi
independencia con uñas y dientes. Fui creada como tú, hombre, de igual
manera y al mismo tiempo. Como tú, hombre, no de ti. El enigma de mi
cuerpo me hace siniestra ante tus ojos, me temes por
que no me entiendes y porque no puedes poner freno a mis ardientes
deseos y ves como tu corazón, hechizado y confuso, se enreda en mi
cabellera roja. Tienes miedo porque no puedes dominarme ni dominar tu
deseo y te pierdes en mí, sin poder salir de mi vientre. Estás atrapado
y no te gusta.
¡Cómo puedes pensar siquiera en poner cotos a mi libertad! Yo
Lilith, la nocturna, la que domina la noche que tanto te asusta, la reina de la
oscuridad, la que renunció a todo un Paraíso plantando cara al mismo Dios.
Me marcharé de tu lado, de tu Edén, y tú te quedarás con Eva,
la pobre Eva, la sumisa. Eva que te será fiel y leal, que parirá tus hijos, que
adorará a tu dios y que moriría por ti.
La seguridad que me confiere la sabiduría me acompañará y
será el instrumento con el que levantaré mi nuevo reino. Seré cuna y sepulcro,
principio y fin y mi vientre, aunque estéril, será tu refugio cuando lo
necesites porque yo sí te amo, pero me es más amada mi libertad y pretendes
arrebatármela.
Vendrás a mí venciendo tus temores, a mi reino oscuro. Mis
lechuzas te acompañarán, te traerán a mi presencia y te rendirás a tus más
oscuros deseos. Pero no te quedarás a mi lado porque aquí no eres el rey, no
eres el dueño y señor: eres solamente un hombre. Volverás a tu Edén junto a Eva,
sometido a tu dios y me recordarás cada noche. Nunca podrás olvidar cómo Lilith
te prestó su amor, su deseo una vez y como casi pudiste tocar la libertad.
Volverás a la sumisión, a la rutina a tu mundo patricéntrico donde no hay sitio
para volar y estarás a gusto porque allí sí eres tú el que controla la
situación.
Pero esperarás con ansiedad la luna nueva, el tercer
día de la luna que nace y mirando al horizonte que surge del oeste me
verás lejos, sentada en la concavidad oscura de Selene, inalcanzable ya
para ti.
Sé
que me demonizarás y me presentarás ante tus hijos como un ser perverso
que maneja el mal y mora en los abismos, como un ser fatídico e
impetuoso que se alimenta de la sangre ardiente de los hombres. Lo sé,
será tu venganza por mi rechazo, por mi elección de independencia. Me
odiarás por que me temes, porque no intentas conocerme, sólo dominarme y
tu odio me hará más fuerte... pero no dejaré de amarte, hombre.
En tu rutina diaria mirarás de reojo a Eva, a la
mujer, esperando verme aparecer de repente en sus ojos porque sabes,
aunque no lo quieres reconocer, que en el fondo de su adoración por ti,
de su sumisión está reprimida el ansia de libertad.
Sabes que en el fondo de cada Eva siempre hay latente
una Lilith que luchará.