A Toro solamente lo conocía de paso por la estación de ferrocarril,
cuando viajaba a mi destino en Rentería (Guipúzcoa), lugar en el cual
permanecí entre 1957 y 1961, que me desplacé a esta histórica ciudad.
Sin embargo, la desilusión llegó al contrastar ambas localidades.
Mientras Rentería estaba toda pavimentada y con todos los servicios
sanitarios; en cambio en Toro, la mayor parte de la población carecía de
los mismos. Para abastecerse del agua, existía un entramado de fuentes
públicas: plaza de la Merced, plaza de Arbas, Santo Domingo de Silos,
afueras de Capuchinos -al principio de la carretera de Pozoantiguo- y si
mal no recuerdo, carretera de Rioseco y plaza de San Sebastián.
Fue mi esposa Ángela quien vino días antes a conocer Toro y visitar la
oficina de Correos, y escribiéndome una tarjeta postal en la que me
contaba la extraordinaria oficina que existía aquí. Llegué a Toro el día
siete de marzo de 1961, la oficina estaba situada en el centro de la
plaza de San Francisco, habiendo entrado en servicio en octubre de 1960,
trasladándose del anterior edificio situado en la calle Rejadorada,
lugar de nacimiento del toresano D. José Luís López Cobos, hijo del
entonces jefe de correos D. José López. Como es lógico, escribí a los
compañeros de Rentería explicándoles como era la oficina. Pero la
sorpresa llegó cuando en el mes de mayo siguiente, el Consejo de
Ministros -presidido entonces por Franco- aprobó la construcción de la
Administración de Correos de Toro, cuando llevaba meses en
funcionamiento.
Paseo de San Francisco en los años cincuenta. (Foto Carbajosa)
Como es lógico y natural, me escribieron los compañeros preguntándome como era
posible esto, y para demostrar la existencia de la misma, pedí a mi amigo y hoy
desaparecido compañero de telégrafos Jesús García Asensio, hiciera una
fotografía del
edificio para enviársela. Era entonces alcalde D. Augusto Bedate Ordóñez. Si
bien se realizó en San Francisco, anteriormente se barajaron varias
posibilidades para la construcción de la misma: una de ellas era en la plaza, en
el edificio que está actualmente ocupado por la oficina de Turismo; mientras que
el otro, era en la plaza de Santa Marina donde había una pescadería.
Plaza de Santa Marina (hoy solar) donde se
pensó instalar la Oficina de Correos.
Mi viaje desde Zamora para tomar posesión como cartero urbano, fue en el Tren
Mixto que llegaba a mediodía, en el cual venían muchos militares del Campamento
de Monte la Reina. También viajaba una señora de Toro, conocida en la ciudad
toresana como “la Manteca”, que a mi llegada a la estación, me informó como
llegar a Toro.
Cuando subía la Cuesta Cavila en ese mes de marzo, así como desde el tren y más
tarde en el Espolón, me sorprendió la campiña, toda ella era una alfombra de
árboles en flor: almendros, cermeños, cerezos, melocotoneros, perales,… Hoy nos
asomamos al Espolón o a la Cárcel, y las flores se han convertido en graveras,
pues existen verdaderos montones de grava que se exportan a otras comunidades e
incluso al extranjero. Como vemos el cambio es total, pues entonces apenas
existían obras y la extracción de arenas y gravas se hacían con el carro y las
caballerías de “los andaluces”.
En Toro las calles estaban sucias, tanto es así que si estaban barriendo la
calle de San Antón y la brisa de aire venía de esa zona, al pasar por Perezal
-detrás del Ayuntamiento- hasta allí llegaban los olores. Para poderlas barrer
echaban montones de paja. Así de sucias, estaban las calles San Román, Ancha,
Canto, la Magdalena, Pajarinas, San Salvador, Perejil, plaza de la Merced
y las Cuestas. La única calle limpia era calle Nueva, que diariamente era
barrida por sus vecinos; muchas veces les comenté lo siguiente: “el Ayuntamiento
tendría que darles un premio”. Esta era la situación de las calles toresanas,
que había que cruzarlas por donde se podía, para dar la carta al otro lado de la
calle, y en los meses de verano, había cantidad de moscas en la basura. No
debemos olvidar que carecían de agua y alcantarillado. Ahora da gusto, las
calles están pavimentadas y además existen los camiones de limpieza, lo que
demuestra el gran cambio que hemos tenido en nuestra ciudad.
La Glorieta y la calle González Oliveros (hoy Puerta del
Mercado) en los años setenta.
La situación de la vivienda era otro de los problemas que me encontré. No había
viviendas en alquiler tanto en Toro como en Tagarabuena. Las últimas casas
construidas eran en la Avenida Carlos Pinilla (las Casas de los maestros), el
Barrio Cristo de las Batallas, y anteriormente las barriadas Francisco Temprano
y Eusebio Rebolleda. Finalmente la encontré en la calle Comedias nº 7
donde en el portal una pila con un grifo era el único abastecimiento que
teníamos, pues como he comentado anteriormente, no existía el
alcantarillado. El crecimiento urbano de Toro ha sido patente en los últimos
años, disponiendo de todos los servicios necesarios. Y no existiendo en la
actualidad problemas de alquiler.
En aquellos años -como carecían de agua corriente- las mujeres toresanas bajaban
a lavar la ropa a la fuente La Teja. Después de seca, subían por la cuesta los
Pinos con los baldes de ropa encima de la cabeza. A comienzos de los sesenta,
mientras en el resto de España había desaparecido los fielatos, en Toro y Zamora
aun pervivían. En Toro estaban situados en Corredera,
Puerta Nueva, el Puente, Capuchinos y Santa Catalina, entrando por ellos gran
cantidad
de productos a la ciudad.
Una de las cosas que más me llamó la atención fue el Corro de la Fruta, que se
celebraba en aquel momento en San Agustín. Donde se hacía el “pesaje” de la
misma para cobrar a los agricultores el “impuesto del corro”. Me gustaba ir con
mi esposa a verlo antes de comenzar mi jornada laboral, pues desde allí a mi
casa -en la calle Comedias- había un paso. Pero por desgracia esta actividad fue
modificando su lugar, instalándose en los últimos años en la plaza de La
Trinidad, hasta desaparecer a finales del siglo XX.
Como vemos los cambios sufridos en Toro en los últimos cuarenta años, han sido
importantes, unos para mejor y otros nos han dejado la miel en los labios de
unas ferias y mercados que antaño hicieron importante a la ciudad toresana.