CENTENARIO DEL TEMPLO
PARROQUIAL DE PELEAGONZALO (I)*
(25 de febrero de 1906-25 de febrero de 2006)
Fernando Ruiz González
Introducción
En esta tierra de Castilla de tanta raigambre y acontecimientos
históricos de enorme envergadura, a pesar de no ser una Comunidad
Autónoma “histórica” políticamente hablando, nos encontramos a cada paso
conmemorando centenarios (V Centenario de la Leyes de Toro, V Centenario
de la Concordia de Villafáfila, XI centenario de la fundación de la
Diócesis de Zamora, etc.).
Por ello parecería que no merece la pena conmemorar un centenario de un
templo parroquial de un pequeño pueblo de tantos de la ancha y vasta
Castilla. Además, hay tantos pueblos de esta tierra que podrían no sólo
conmemorar centenarios de sus templos, sino incluso milenios.
Pero los peleanos y su párroco se sienten orgullosos de su templo y muy
agradecidos de sus antepasados que se lo construyeron y legaron, de ahí
el empeño de mostrar su agradecimiento y alegría por poder disfrutar de
tan hermoso templo.
El
templo
La palabra templo tiene varias acepciones. El templo (templum) es el
lugar o edificio destinado pública y exclusivamente a un culto. También
en sentido figurado es el lugar real o imaginario en que se rinde o se
supone debe rendirse culto al saber, la justicia, etc.
En todas las religiones el templo es el lugar sagrado, en el que se
supone que la divinidad se hace presente a los hombres para recibir su
culto y hacerles partícipe de sus favores y de su vida. Desde luego su
residencia ordinaria no pertenece a este mundo; pero el templo se
identifica en cierto modo con ella, tanto, que gracias a él entra
el hombre en comunicación con el mundo de los dioses. El templo en la cultura hebrea. Los hebreos de la época
patriarcal no conocían el templo, si bien tenían lugares sagrados donde
“invocaban el nombre de Yahveh”, tales como Betel, Bersabé, Siquem, etc.
El Sinaí del Éxodo es también un lugar de este género, consagrado por
una manifestación de Dios (Éxodo 3 y 19,20). Pero en lo sucesivo
posee Israel un santuario portátil (tienda de tela), gracias al cual
puede Dios residir y permanecer en medio del pueblo al que conduce a
través del desierto. Después del establecimiento en Canaám, el santuario
común de las tribus hebreas se fija sucesivamente en Guilgal, en Siquem,
en Silo. Hasta que finalmente en tiempos de Salomón se construya el
templo de Jerusalén. El templo en el Cristianismo. Jesús, como los profetas, profesa
el más profundo respeto al templo antiguo. En él es presentado por
María. A él acude para las solemnidades, como a un lugar de encuentro
con su Padre. Aprueba sus prácticas cultuales, aunque condenando el
formalismo que amenaza con viciarlas. El templo es para él la casa de su
Padre, y se indigna de que sea convertida en lugar de tráfico. Por eso
en un gesto profético arroja de él a los mercaderes para purificarlo.
El templo nuevo será desempeñado en adelante por otro signo, que es el
cuerpo mismo de Jesús. Después de su resurrección, este cuerpo, signo de
la presencia divina acá en la tierra conocerá un nuevo estado
transfigurado que le permitirá hacerse
presente en todos los lugares y en todos los tiempos en la celebración
eucarística. Entonces el templo antiguo habrá sencillamente de
desaparecer y la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. por los
romanos vendrá a significar de forma decisiva que su función ya ha
terminado. El templo en el Código de Derecho Canónico. “Por Iglesia se
entiende un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los
fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública,
del culto divino” (C. 1.214). “Concluida la construcción en la forma
debida, la nueva iglesia debe dedicarse o al menos bendecidse cuanto
antes, según las leyes litúrgicas” (C. 1.218). “La entrada a la iglesia
debe ser libre y gratuita durante el tiempo de las celebraciones
sagradas” (C. 1.221). El templo cristiano en el Concilio Vaticano II. “La Iglesia nunca
consideró como propio estilo artístico alguno, sino que, acomodándose al
carácter y las condiciones de los pueblos y a las necesidades de los
diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de
los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente” (Sacrosantum
Concilium, 123). “Manténganse firmemente la práctica de exponer en las
iglesias imágenes sagradas a la veneración de los fieles; hágase, sin
embargo, con moderación en el número y guardando entre ellas el debido
orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni
favorezcan una devoción menos ortodoxa” (S.C., 125). “Los artistas que,
llevados por su ingenio, desean glorificar a Dios en la Santa Iglesia,
recuerden siempre que su trabajo es una cierta imitación sagrada de Dios
Creador y que sus obras están destinadas al culto
católico a la edificación de los fieles y a su instrucción religiosa” (S.C.,
127).
El templo
cristiano: su función y significación. La realidad comunitaria del constituirse la asamblea priva sobre la realidad
local fisiográfica, arquitectónica. Par el cristiano es claro que el templo no
es el lugar de la presencia de Dios, sino el lugar de la presencia de la
asamblea en la que precisamente se hace Dios presente. La Iglesia en cuanto
comunidad de creyentes reunidos, congregados en torno a Cristo es el nuevo y
verdadero templo. De ahí el fácil cambio del nombre iglesia que acaba siendo
transferido de la asamblea a los muros materiales que la albergan, al templo.
El templo Cristiano debe desempeñar muchos servicios: expresar su misterio
profundo, su significado cristiano-eclesial. Debe ser como una plasmación en
piedra, en color, en imagen, en luz de ese gran simbolismo que encierra la
asamblea congregada para la celebración festiva y gozosa de los misterios
cristianos; un reflejo, un eco plástico, visual de esas notas y estructuras
eclesiales de la comunidad congregada, de la comunidad celebrante con sus
ministerios, sus roles, sus movimientos, gestos, signos, palabras. Por supuesto
y lo primero de todo, debe estar al servicio no sólo de la facilitación sino de
la potenciación expresiva de todas las acciones propias de una celebración
litúrgica y de todo el culto cristiano, que es un Culto en Espíritu y en Verdad.
Para ello es fundamental organizar y distribuir bien el espacio. La
ornamentación del edificio sagrado contribuirá eficazmente a desplegar su
función
simbólica, gracias a la cual dejará trasparentar las realidades místicas que
alberga. Para ello es bueno dejar hablar al lenguaje del arte expresa muy bien
el lenguaje del símbolo y la mística, dos ingredientes básicos del Culto y
Templo Cristiano.
El templo
parroquial de Peleagonzalo.
Entre los lugares públicos (sitios, lugares, edificios, instituciones, etc.; lo
que es de todos o de libre concurrencia), como por ejemplo el ayuntamiento, la
escuela, el consultorio, el salón municipal, salón de la asociación, club de
ancianos, etc., el templo parroquial tiene una función especial y emotiva de muy
arraigada significación y profundo simbolismo.
El templo está al servicio de todos los vecinos del pueblo que para los fines
específicos que tiene lo puedan necesitar. En él se reúnen asiduamente para
alimentar su fe, para celebrar sus fiestas y para santificar algunos de los
momentos más importantes de su vida. Al mismo tiempo constituye el edificio más
emblemático y significativo del pueblo, por su antigüedad, por su magnitud, por
el valor patrimonial y artístico que alberga, por los sentimientos que evoca,
por las experiencias de fe y vida en él vividas, etc., de tal manera que puede
considerarse como el símbolo del mismo pueblo.
El Centenario
del templo parroquial de Peleagonzalo.
Si lo
comparamos con los templos de los pueblos vecinos o de otros pueblos el
templo de Peleagonzalo es joven, al igual que el mismo pueblo de
Peleagonzalo (ciento cuarenta y conco años). Al menos en lo que es su
construcción y ubicación actual, ya que tras una espantosa riada en 1860
hubo de ser reedificado en el lugar actual en 1861. El templo del
antiguo pueblo que databa de 1551 resistió bravamente la terrible
embestida de la riada que asoló totalmente al resto del pueblo, y así
pudo proteger y guardar tras sus gruesos y fuertes muros el patrimonio
histórico-artístico que atesoraba, impidiendo que se los llevara consigo
el Río Duero. Por eso, cuando a finales del siglo XIX se decidió
construir un templo en el pueblo recién
construido, se
pudo contar no sólo con las piedras del viejo templo sino con casi todo su ajuar
(retablos, altares, imágenes, ropas, cruces, cálices, cajonera, etc.). Es el
templo dedicado y bendecido para el culto como templo parroquial de la Parroquia
de San Miguel Arcángel de Peleagonzalo el 25 de febrero de 1906. Dicho
acontecimiento es lo que celebramos en este Centenario.
Actos
celebrados para su conmemoración:
- Un Triduo (tres misas) de Acción de Gracias.
- Un ciclo compuesto de tres charlas-coloquios sobre la historia de Peleagonzalo
en los cuarenta últimos años del S. XIX, las vicisitudes de la construcción del
templo y el patrimonio histórico-artístico que atesora.
- Un concierto de música.
- Actividades para los más pequeños (dibujos, cuentos, etc.).