No fueron las Cortes de 1505 las únicas celebradas en
la Ciudad pero sí las más importantes. Está casi todo dicho sobre ellas
pero hay algunos detalles a resaltar. El rey Fernando se presenta un día
después de su comienzo, el sábado 11 de Marzo, el más afectivo para él
de todos ellos, momento que quiere evitar; ese día después de prestar
juramento de guardar secreto y presentar las credenciales, los
procuradores de las ciudades se emocionan al poner sobre su cabeza, en
señal de acatamiento, el testamento en pergamino de la Reina y tocarlo
con sus propias manos. ¡Qué silencio al escuchar algunas de las
cláusulas por el Secretario de la Reina, Pérez de Gricio! ¡Qué emoción,
qué agobio en el pecho, qué lágrimas al tenerlo entre sus manos y oír
las disposiciones sentidas y verdaderas de su codicilo sobre los
indígenas a los que considera hombres libres y sus súbditos con los
mismos derechos que los demás¡ ¡Qué dignidad y dolor de la Reina al
confesar el fracaso de toda su vida en su propia hija por “no poder o no
querer gobernar” e intuir el desastre del gobierno de su yerno! ¡Qué
amor a su esposo y compañero Fernando al que generosamente dona todo lo
que de sus bienes quisiera para que al verlos la recuerde además
de cederle gran parte de las rentas de las Indias!
El rey aparece solemne, triste y enlutado en la
mañana del domingo en la misa de la Colegiata y se reanudan las sesiones
presididas por García Laso de la Vega, el Dr. Angulo del Consejo Real,
el Licenciado Zapata Letrado de las Cortes, Bartolomé Ruiz Castañeda
Escribano Real y Miguel Pérez de Almazán como Secretario de las Cortes.
Este último, es el hombre de confianza de Fernando, el que lo
controlaría todo.
Por nuestra ciudad eran procuradores Juan de
Valdivieso hijo de Jerónimo Valdivieso (héroe en la toma de Málaga) y
sobrino del Obispo de León, Alonso de Valdivieso y el segundo, Antonio
de Deza, hermano de Diego de Deza. ¡Qué sorpresa para nuestros
procuradores que en el testamento figure y comparezca como testigo el
toresano Juan Rodríguez de Fonseca entonces obispo de Badajoz y sean
testamentarios también los toresanos Fray Diego de Deza y Antonio de
Fonseca¡ ¡Qué orgullo para ellos al oír los nombres de sus parientes y
paisanos ante los otros procuradores¡ ¡Cómo sentirían tan suyas para
ellos mismos y para la ciudad aquellas cortes que parecían hechas para
la gloria de su Ciudad !
Hasta el día 23 los procuradores no saben qué es y en
qué estado de salud se encuentra la Reina Juana proclamada ya por
D. Fernando Reina en Medina del Campo donde alzó pendones por ella. Los
procuradores exigen conocerlo, y tiene que ser Martín de Castañeda,
elegido por su comedimiento y honestidad, el que comunica y lee un
documento secreto sobre la enfermedad de la Reina Juana y los motivos
que impulsaron a la Reina Isabel a declarar en su testamento “no poder o
querer gobernar de su hija”. Después, ante estas declaraciones de
Castañeda, vendría la ratificación por los procuradores de Fernando como
Gobernador, incapacitando por su enfermedad a la Reina para gobernar y
más aún con la lectura de una carta de su esposo Felipe confirmando la
enfermedad de Juana. Estos acuerdos no llegaron a cumplirse por la
oposición del Archiduque Felipe, que reclamaba su derecho a gobernar
como rey consorte, y la generosa y gran visión política de Fernando que
inmortalizó con su famosa frase: “El gobierno no es para compartirlo
con los hijos”[1].
De nuevo el problema se planteó a la muerte de Felipe
con el príncipe Carlos y su abuelo Maximiliano como defensor de los
derechos de su nieto y de D. Fernando defensor de los derechos de su
hija Juana llegando ambas parte a unos acuerdos (Concordia de Blois de
1509 ratificada por las Cortes de Madrid de 1510) por los que Carlos
sólo podría ser Rey de Castilla a la muerte de la Reina Juana que
mantendría tal titularidad como Reina hasta su muerte; el gobierno de
Castilla lo ejercería Fernando aunque tuviera hijos varones de otra
mujer hasta la muerte de la Reina y si ésta fallecía Carlos no podría
ser rey hasta que cumpliese 25 años. A la muerte de Fernando el príncipe
Carlos, saltándose toda normativa legal convoca Cortes en Valladolid y,
al igual que su abuelo se hizo nombrar gobernador, se hace jurar rey de
Castilla aunque vivía su madre –conservando ésta su titulo de Reina-, en
un caso sorprendente de dualidad real.
El rey demora su estancia en Toro hasta el 23 de
Abril, casi cuatro meses, porque juntamente con los testamentarios de
Isabel se dedicó a cumplir sus mandas en constantes reuniones con
Cisneros, Deza, Antonio de Fonseca, Juan López de Lezárraga su
secretario y contador y Juan Velázquez, contador mayor de su hija la
princesa, todos testamentarios de la Reina y ejecutores de todos los
descargos y mandas ordenados por la reina para compensar a sus vasallos
más desfavorecidos con el dinero de la venta de sus bienes en almoneda
pública.
Efectivamente se abren sus arcas en Toro, se
exponen sus lienzos, tablas, tapices y joyas y salvo lo que se reserva
el rey, los hijos, y los que se destinan para la iglesia de Santo Tomás
-donde se enterró el príncipe Juan-, y para la Iglesia de la Capilla
Real de Granada -lugar designado por Fernando para su enterramiento-,
todo se tasa y se vende con el fin de cumplir su testamento.
Las joyas, ropas y cosas de oro y plata u otras
cosas de su cámara y persona ordenaque se pongan en poder de
Juan Velázquez y el dinero en metálico en poder de Juan López.
En su testamento en la cláusula sobre los
testamentarios dice la Reina textualmente. “Y porque, por ser muchos
los testamentarios, si se hubiese de esperar a que todos se hubiesen de
juntar para entender en cada cosa de las en este mi testamento
contenidas, la ejecución de él se podría algo diferir, quiero y mando
que lo que el rey mi señor, con dicho arzobispo y con los otros mis
testamentarios, y aquél o aquéllos que con su señoría y con el dicho
arzobispo se hallaren a la sazón, hicieren en la ejecución de este mi
testamento, valga y sea firme como si todos juntamente lo hiciesen”.
Éste es el secreto -aquél o aquéllos- de porque el
rey estuvo cuatro meses en Toro donde Fonseca y Deza, en sus propias
casas palacios, con el Rey y Cisneros -éste no podía faltar porque era
el hombre de confianza de Isabel y así ella lo especificaba- y el
secretario Juan López de Lezárraga, ordenan toda las mandas y descargos
de la Reina respaldándolas con sus firmas. Cisneros, Velázquez y
Lezárraga eran los hombres de Isabel, y Deza y Fonseca lo eran de
Fernando; sabiamente Isabel había quedado bien equilibrados a sus
testamentarios; el Rey y Cisneros nunca podían faltar, y Fernando
siempre procuró que Deza y Fonseca estuvieran presentes para equilibrar
la gran ascendencia de Cisneros el más rigorista y estricto de los
testamentarios de Isabel que llevaba a rajatabla el mandamiento de la
Reina que claramente especificaba: “y ruego y encargo a los dichos
testamentarios y a cada uno de ellos que tengan tanto cuidado de hacerlo
así y cumplir y ejecutar como si cada uno de ellos fuese para ello
solamente nombrado”. El rey, con Deza y Fonseca, neutralizaría a
Cisneros pues los otros dos aunque fieles hombres de Isabel no dejaban
de ser simples funcionarios y por lo tanto acomodaticios a la autoridad
del rey.
Estos dos últimos, juntamente con Antonio de Fonseca,
fueron los que más se aprovecharon de la almoneda de la Reina, en
especial María de Velasco la mujer de Juan Velázquez -compró infinidad
de los objetos sobre todo perlas- porque como conocían todos sus bienes
compraron, sin apenas competencia, muchas de sus pertenencias. Incluso
el insobornable Cardenal conseguiría que se vendiese al cabildo de la
Catedral de Toledo, donde era primado, la joya mas preciada, la custodia
de plata y oro con su palomar propiedad de la Reina que se tasa y pesa
en Toro y se valoró en 1.034.810 mrs, orgullo hoy de la Catedral de
Toledo y en la cual, con el paso del tiempo, “en su reforma”, actuó el
toresano Narciso Tomé en el diseño de sus ángeles, autor éste también
del transparente de la misma Catedral. También, el Cardenal, compraría
una cazoleta de plata blanca con su astil “boltado” y el bebedero dorado
y tallado de buril por 2.213 mrs; una cruz de plata dorada rica que
tenia 43 piezas de zafiros, “balajes” (rubíes), esmeraldas y perlas, y,
en su pie, 18 piedras por valor de 20.342 mrs; y, por último, “un açetre
de plata labrado de synzel (cincel) de unos follajes grandes y de unas
letras moriscas y el asa retorcida y dos cabezas de leones en donde se
hace el asa, todo de plata dorada que pesó doce marcos y 4 onzas 6
ochavas”.... Se vendió al cardenal de España por 31.375 mrs.
Nuestro Diego Deza consiguió que de esta
testamentaria se le adjudicasen misas para su convento de Toro por valor
de 170.000 mrs y muchas más para su Orden pero no compró ningún objeto
precioso.
Todo comienza con las cédulas fechadas en Toro el 14
y 30 de Diciembre de 1504 por las que el Rey y testamentarios ordenan
que las pertenencias de la Reina sean entregadas por Violante de Albión
(criada de la Reina) y por Sancho de Paredes e Isabel Coello su mujer
(Camarero Mayor de la Reina) a Juan Velázquez y a Juan López de
Lizárraga.
Lo primero que se hace es buscar las llaves de las
arcas las cuales tenía la propia Reina y que por lo tanto era lo
más íntimo y bien guardado por ella misma, cosa que se hace el 21 de
diciembre de 1504 y ese mismo día se abren algunas arcas.
Desde el 21-XII-1504 se abren 16 arcas y se ven sus
contenidos; primero, se tasan y especifican y, luego, se clasifican
todos por grupos en 30 apartados anotándose el precio de la venta y a
quién se le vende en una subasta más bien a la baja, como especifica
Tarsicio de Azcona[2],
y que da la impresión que fue una almoneda muy restringida destinada a
compensar y beneficiar a las personas mas íntimas del entorno de la
Reina aunque al mismo tiempo muchos plateros, mercaderes y bordadores se
enriquecieran con lo desechado por el entorno de la Corte.
La primera beneficiada fue Mª Velasco esposa de su
fiel criado Juan Velázquez desde los tiempos de su infancia con su madre
en Arévalo y uno de los mas queridos de Isabel durante todo su reinado;
su amiga íntima la Marquesa de Moya, y por parte de Fernando su propia
hija natural Juana de Aragón, casada con Ascanio Colonna; su hermana la
Reina de Nápoles, llamada también Juana, casada con el rey de Nápoles
Fernando, hijo natural de Alfonso V “El Magnánimo” y su propia nuera
Margarita de Austria a través de su intermediario y tesorero Diego
Flores; damas y dueñas de su corte como Ysabel Fabra, la hija de ésta y
Mencía de Ayala (2ª esposa de Antonio de Fonseca). El resto de los
compradores fueron funcionarios reales de su entorno, algunos nobles
(Conde de Urueña y de Benavente), algunos obispos como el de Ávila (Fco.
Sánchez de Fuente), de Mallorca (Ramón Guillén de Moncada) y de Málaga,
que fue limosnero de la Reina (Pedro de Toledo).
En el primer armario (21-XII-1504) predominan
libros y relicarios; un relicario de oro esmaltado de rosicler y blanco
con negro y pardillo; una patena de oro redonda con 17 casicas de
reliquias algunas increíbles como un resto del pan de la Cena,
un poquito de la leche de Nª Sª, un trocito del Velo del Templo, unos
hilos negros y anaranjados que son de la Cinta de Nª Sª, etc.,
(premió espléndidamente en una ocasión, por unas reliquias, al Prior de
Santa Catalina del Monte Sinay, primero con 10.000 mrs y poco después
con 50 doblas, 18.220 mrs). Isabel era muy crédula y devota en general
como todos de su tiempo de las reliquias como también lo era de los
exvotos (por la curación del príncipe puso uno con su figura de cera en
la capilla de la Virgen de la Antigua en Sevilla) y de los culter
o escapularios aunque la mayoría de las reliquias, con el tiempo,
se sabría que eran falsas. Todas ellas fueron enviadas en un arca
especial morada a Granada
En este armario y arcas había gran cantidad de
perfume de algalia (al que era muy aficionada y que era un perfume muy
caro (5 ducados la onza) de tipo resinoso procedente de una secreción
del gato de Algalia, aunque también usaba con gran profusión almizcle,
ámbar, linaloe, bálsamo de estoraque (oloroso), agua de azahar, agua de
rosas etc
El 28 de Diciembre de 1504 se abre la primeraarca[3],
en la que estaban además de muchos recipientes con perfumes “las perlas
y aljofar de Indias” que trajo el conquistador y descubridor Cristóbal
Guerra” el 12-5-1500 como pago del quinto real. De este inventario
destacamos, entre otras muchas partidas, cien perlas gruesas con diez
extremos de amatistas que se tasaron en 700 ducados de oro y una perla
tan gruesa que compró la hija de Fernando, Juana de Aragón, que se tasó
en cuarenta ducados y compró en 4.500 mrs. En este aparado se distinguen
y especifican las perlas berruecas, es decir las que no eran redondas y
las llamadas de hogaçuela. El recuento de perlas de todas las clases es
muy numeroso; las más gruesas se tasaron a 16 ducados y las pequeñas a
un ducado; también se cita un talegón de aljófar traído de Indias por
Cristóbal Guerra en su ultimo viaje.
El 31 de Diciembre del mismo año se abre la
segunda arca que llamaremos de los frascos de perfumes con sus
artísticos y bellos frascos que se especifican (Burjacas, caxuelas,
buxetas, redomas, papos, barrelicos de oro, tonelicos de oro, cantaritos
de vidrio, caxitas de latón, triaqueras, recipientes de cuerno incluso “de
unicornio que eran tan exoticos como caros” etc.
Con esa misma fecha se abre también otra tercera
arca cubierta de cuero leonado (las mismas arcas, algunas
valiosísimas, también se subastaron) en cuyo “cobertero” había un
retablo con 22 encasamientos de historias de imágenes separada por tiras
de oro de un dedo de grueso que se desguazaron y se vendieron por
separado como otros retablos y joyas de oro y plata para venderlas al
peso o fundirlas en la casa de moneda de Segovia.
La cuarta arca se abrió el 3-1-1505, era blanca y con
cajones y contenía varios polvos y perfumes en diferentes frascos y
redomas.
La quinta arca se abrió el 3-1-1505. Estaba
guarnecida de cuero de pelo con unas barras blancas. Lo más curioso de
esta arca son las joyas moriscas aljorcas, arracadas y chocallos
(zarcillos) y un cordón morisco entre otras cosas.
La sexta arca, se abrió el 8-1-1505, estaba
ensalayada de un paño verde y azul en la que había entre otras muchas
cosas paños y lienzos de devoción, un laúd de oro y un molino de oro y
varios relicarios. Destacaba entre los libros la 4ª parte del Cartujano.
La séptima se abre el 8 de Enero 1505 y en ella hay
un libro dedicado a ella que era la traducción de Fernán Núñez,
Comendador de la Orden de Santiago de “Cneo Pompello” y otro libro de
pliego entero escrito en pergamino que era de las leyes y ordenanzas del
reino y las declaratorias de los reyes.
La octava arca de cuero negro contenía un libro
interesante para nosotros. Se trataba de un libro mediano de mano
guarnecido de pergamino que compró el escribano y notario de los reyes,
el toresano Suero de Cangas por 51 mrs que era de las Coplas de Diego
Guillen
En la compra del grupo de los libros de Isabel no
podía faltar el obispo de Palencia, nuestro Juan Rodríguez de Fonseca
que compra un precioso libro en pergamino, de mano, iluminado, de
historias, con muchas oraciones que tenía las coberturas de tabla
“guarnecidas en terciopelo negro forradas en çeuti (raso de seda
equivalente al satín francés) negro y cuatro botones grandes a los lados
hechos de “plata hilada e tirada” con una mano de plata que sirve de
cerradura”. Todo ello sin la camisa se vendió por 6.825 mrs, fue uno de
mas valorados de los vendidos.
La novena arca, abierta el 9-1-1505 estaba
“ensayalada” de paño colorado y verde a la que llamo de los libros
“chequitos” porque de este tamaño había muchos entre los cuales
estaba el titulado Peticiones sobre el Pater Noster de nuestro Fray
Diego de Deza pues estando la Reina deprimida y enferma por las
perdidas de sus hijos Isabel, Juan y su nieto Miguel (por estas
desgracias ella muy devota de todas las imágenes y cuadros que
representaban el sufrimiento de la Virgen con su hijo en su regazo en la
Quinta Angustia o llanto ante Cristo Muerto o la Piedad) se lo escribió
y dedicó expresamente para confortar su espíritu y que, por cierto,
compró el Obispo de Málaga por 68 mrs y del que pronto trataré de dar a
conocer en una pequeña publicación.
Gran parte de los libros de Isabel eran libros
religiosos de devoción: Cuaderno de Confesión, Misa del Viernes Santo,
Rezos del Jueves de la Cena, Misa de Nª Sª; Vita Cristi en quintillas
dobles mezclando villancicos, himnos y romances de sabor popular, de
Fray Íñigo de Mendoza; la Vita Cristi de Landufo de Sajonia, “el
cartujano”, traducida por Fray Ambrosio de Montesinos; vidas de los
santos (Leyenda Aurea), sermones de San Agustín y Reglas de órdenes
religiosas y militares; algunos más manejables, los llamados “libros
chequitos”, que eran misales de rezar y de salmos, Biblias, Diurnales y
Libros de Horas de uso diario y otros más grandes y lujosos de pergamino
e iluminados, de gran valor artístico que guardaba y coleccionaba -mandó
enriquecer e historiar muchos libros para el servicio del príncipe Juan
a su escribano de libros Francisco Flores- por sus conocimientos,
sensibilidad artística y sus aficiones, no sólo a los libros sino
a las bellas artes en general heredadas de su culto padre Juan II,
que eran bien conocidas por sus súbditos y que para halagarla y, en
agradecimiento de sus oficios, cargos, embajadas, le regalaban, y más si
eran del norte de Europa bajo la influencia del arte flamenco (gran
parte de sus pintores y arquitectos eran flamencos aunque también los
había españoles) por el que ella sentía verdadera predilección lo mismo
que su padre. A ella le regalaban mucho, pero ella y Fernando a su vez
eran espléndidos sobre todo con los enviados religiosos pontificios y
embajadores de otros países y aunque estos objetos de regalo no fueran
de su propiedad, se apropiaba de los de sus súbditos, siendo varias
veces expropiado Antonio de Fonseca (arbitrum eleganciorum de la Corte
de Isabel) al que “le tomó unos candelabros” para unos frailes y “unos
armiños” para el príncipe Juan[4].
No faltaban los libros en latín que llegó a dominar
entre los que se encontraba La Ética de Aristóteles traducida por
Leonardo Aretino -humanista que se carteaba con su padre- en pergamino,
escrito de mano. Era aficionada a las traducciones de los clásicos
latinos y griegos: Terencio (Comedias), Ética de Aristóteles romanzado
por Fray Diego de Belmonte, Tito Livio (Décadas), Quinto Curcio
(Historia de Alejandro), Epístolas de Plinio, etc. Entre los libros de
temática diversa, que formaban una biblioteca de 253 ejemplares,
estaban: Historia de España (Un libro grande de La General Historia),
sucesos históricos (Crónica Troyana), Leyes (Siete Partidas glosadas por
Alonso de Montalvo y Ordenanzas Real de Castilla por el mismo
legislador), Navegación (Las Cosas del Nuevo Mundo), Gramática (La
Gramática de Nebrija, que el mismo autor le dedicó expresamente);
educativos para sus hijos, el lujoso Doctrinal de Príncipes de Diego de
Valera -escrito para la enseñanza de Fernando- en pergamino y en latín
(tenía otra edición escrita en papel con cubiertas de cuero colorado más
manejable); El libro de las Virtuosas e Claras Mujeres del privado D.
Álvaro de Luna ajusticiado por orden de su padre y las Elegancias de
Agostino Dato. También Juegos de Partidos. La reina era aficionada al
juego de ajedrez y de las damas o tablas que jugaba en un precioso
tablero: los escaques de ajedrez eran colorados de jaspe y los otros de
cristal, debajo de los cuales había unas hojas de pergamino doradas
rodeadas del aljófar menudo; el juego de tablas era de hueso blanco y
negro todo guarnecido de plata, lo de alrededor de plata blanca y por
encima y debajo de plata dorada; la parte correspondiente de los juegos
de ajedrez estaba decorada con 16 esmaltes de colores con unas imágenes
y en los dos cantos las armas reales de Castilla y León y por la parte
del juego de tablas 14 esmaltes y tres escudos de la “vanda”
(Orden de Caballeria) y otros tres con los escudos de Castilla y León;
desgraciadamente se separó la plata del tablero (pesó 6 marcos y 5
onzas) y se vendió por separado; la plata del tablero valió tres
castellanos y la plata a 2.250 mrs el marco. Le interesaba la
Cetrería (tenía un libro escrito a mano en pergamino de origen francés)
y la caza en general, a la que era aficionada como indica en el
inventario de los capirotes y cascabeles para los halcones, los lujosos
collares de sus perros y los bellos caballos de su cuadra a los que
llamaba por el oficio de la persona o el nombre de quién se lo había
regalado:
“Comendador Mayor, Rojas, Diego Cano, Corregidor, Adelantado, D.
Fadrique, Coronel” etc.
No quiero dejar de comentar el arca blanca de cajones
abierta en Toro el 5 marzo del 1505 porque creo que interesa a todas las
mujeres aficionadas como era ella al bordado, los bolillos y la costura.
Se inventaría en esta arca un bastidor pequeño con una red de
seda negra comenzado a labrar de oro y plata de vara y media de
largo; un canuto de caña en que hay cien agujas; doce carretes de lino
de Alejandría (el hilo blanco de Toro era muy famoso y se cotizaba a 152
mrs la libra); una rueca de Tortosa, siete carretes de oro
tirado, nueve carretes de hilo de plata, un papel de argentería, cuatro
papeles de oro hilado, cuatro dedales de plata...También en esta arca,
de sus más íntimos efectos personales, se encontraban los dos camisones
de la reina, el rico que se vendió por 1.000 mrs y el pobre en el
que murió, que curiosamente no apreciose (no se valoró), ni si
quiera como recuerdo, por aquellas damas de la Reina que tantas joyas
compraron. Su mortaja fue un burdo hábito franciscano de paño áspero
como hermana de la Orden Tercera de San Francisco, santo al que
profesaba gran devoción.
En otra arca abierta el 6-3-1505 se encontraron
una almohadilla de labrar con un poquito de seda verde comenzada
a labrar de plata; una palia de terciopelo negro bordada
sobre çeti morado de hilo de oro con una chapería redonda (lentejuela);
un torno para hilar con ciertas piezas de latón; una
almohadilla para labrar negra en la que está un dechado (pieza)
comenzado a labrar; un telar con unas piezas de madera sueltas
con dos canutillos uno con un poco de seda azul y otro un poco de seda
amarilla... Por cierto en esta arca estaba un perfumador de oro que
compró el toresano D. Juan de Ulloa por valor de 13. 808 mrs.
Al leer el “aprecio” de retablos que se hizo en Toro
el 25-2-1505 llevé un sobresalto, creí haber llegado a un inesperado
hallazgo y más al ver quién lo compró: dos tablas de roble de Flandes
una de un Cristo y otra de Nª. Sª de medios cuerpos; se vendió a Mª
de Fonseca (hija de Alonso de Fonseca). No era el cuadro de la mosca,
cuya temática y personajes se repite en otras obras de Isabel –Dña. Mª
Velasco compró una tabla que “tenia a Nª. Sª. con una ropa colorada y en
cabello con el niño en los brazos y a mano derecha a Santo Domingo”-,
pero aquí si pudo estar su origen por la donación del rey o de algún
Fonseca patrono de la capilla mayor a la Colegiata.
Calvario de Juan de Flandes. Catedral de Palencia
No olvidemos que el número de cuadros en tablas era
más numeroso que los de lienzo con temática la mayor parte de ellos de
tipo religioso de devoción como lo eran la mayoría de sus libros; las
pinturas en lienzo fueron principalmente retratos de su familia hechos
por retratistas flamencos como Juan de Flandes, Antonio Inglés y Míchel
Sittow. Se cree que el número de sus cuadros pudo estar entre los 225 y
400[5].
Las mejores, atendiendo a sus disposiciones, se llevaron a la Capilla
Real de Granada que se empezó a construir nada más morir ella y que fue
terminada por su nieto Carlos en el 1520. Tal era la admiración que
tenía al tríptico que su padre encargó a Van der Weyden para la Cartuja
de Miraflores, que mandó hacer una copia para su capilla de
Granada; todas estas tablas se inventariaron en Toro y se entregaron el
26 de febrero de 1505 a Pedro García limosnero de la Reina para que las
llevase a Granada. Para afianzarnos más en la idea que la tabla del
Cuadro de la Mosca pertenecía a esta colección citare dos notas, una de
Pilar Silva Maroto, a quien debo toda esta información y otra de Sánchez
Cantón; la primera cita es sobre el políptico o retablo de Isabel
pintado por Juan de Flandes y Michel Sitow que luego se vendió (de las
47 tablas se vendieron 32 a su nuera Margarita que a su vez llegó a
heredar Felipe II por lo que aún se conservan en el Palacio Real de
Madrid; y todas no superaron más de 205 ducados) que estaba embalado en
una armario en el Castillo de Toro, de donde se sacó para venderlo en
almoneda y la otra nota, la segunda, de Sánchez Cantón en la que al
enumerar las obras de Juan Velázquez, recibidas en Toro, refiere un
retablo de pincel (del que sólo había dos piezas) en cuya pieza de en
medio “está Nuestra Señora con el Niño en el regazo que coge un libro
que tiene Nuestra Señora en la mano y de la otra parte tiene dos santas
y en lo alto tiene un castillo con almenas”. La temática del Niño en el
regazo, libros, frutas, santas y castillo flamenco en el fondo se repite
una y otra vez sin llegar al hallazgo definitivo de nuestro cuadro[6].
Por último no quiero olvidarme de otra de las
preocupaciones de Isabel como madre responsable, las deudas de las
cuantiosas dotes de sus hijas: María, casada con el rey de Portugal, y
Catalina, casada con el Príncipe de Gales que los testamentarios y el
Rey quieren pagar con las mejores joyas de la Reina: su corona rica y
su collar de “balaxes”.
La corona rica estaba formada por ocho piezas
de oro ensambladas; cada una de estas piezas tenía dos florones de oro,
uno grande y otro pequeño, y un águila de oro, nueve diamantes, siete
rubíes, 16 perlas gruesas y 48 perlas menores con un peso de todo la
corona de sus 8 piezas de 4 marcos, una onza y una ochava y media. El
collar de balaxes de la Reina (regalo de bodas de Fernando del
cual ella se mostraba tan orgullosa y que tantas veces empeñó) estaba
hecho con 16 manojos de flechas todo ellos de oro, ocho balaxes grandes
cuadrados (piedra preciosa de berilio o rubí grueso) en sus engastes de
oro, ocho perlas gruesas puestas en sus molinetes que pesaron 5 marcos y
dos onzas de oro de ley de 22 quilates, se venden para conseguir 65.000
ducados para la dote de Catalina (Princesa de Gales) puestos en Londres
y depositados en un Convento por Agostín Italiano con quien se hace el
concierto[7].
Para la dote de María casada con D. Manuel de
Portugal el rey Fernando y los testamentarios dan por valor de 10.000
ducados que eran 3.350.000 mrs en joyas: una cruz de oro que fue del
Duque de Berri, cien perlas gruesas, otra cruz de oro con varios
diamantes y rubíes, un joyel de oro y un retablo de oro de tres piezas[8].
Podía seguir contando más sobre la testamentaria de
la reina, sus monedas, sus tapices (muchos se compraron el mismo año que
murió la Reina para el Palacio de Medina a Alonso de la Torre mercader
de Toledo por valor de 467.000 mrs), lienzos de devoción (se mandó
comprar por la reina, 12 imágenes de devoción grandes de lienzo de
Flandes y 52 chicas en la feria de Octubre de 1503 de Medina del
Campo al mismo mercader) y todo tipo de objetos descritos por Antonio de
la Torre y del Cerro, pero se saldría de los límites de este artículo
que lo único que pretende es dar a conocer que fue en Toro donde sucedió
todo esto, y que dos toresanos, sus testamentarios, fueron encargados
por la Reina de hacer cumplir su testamento. Tener gente así es un
orgullo y un ejemplo a seguir.
La lectura de su testamentaria y sobre todo las
cuentas de la Reina por el tesorero Baeza emociona y edifica.
Este es un pequeño resumen de la testamentaría de la
Reina Isabel que pudieron contemplar los toresanos en el Palacio de La
Leyes y en el Castillo de Toro en los primeros meses de 1505.
Por último no quiero olvidarme de otra de las
preocupaciones de Isabel como madre responsable, las deudas de las
cuantiosas dotes de sus hijas: María, casada con el rey de Portugal, y
Catalina, casada con el Príncipe de Gales que los testamentarios y el
Rey quieren pagar con las mejores joyas de la Reina: su corona rica y
su collar de “balaxes”.
Quinta Angustia de Francisco
Chacón
La corona rica estaba formada por ocho piezas
de oro ensambladas; cada una de estas piezas tenía dos florones de oro,
uno grande y otro pequeño, y un águila de oro, nueve diamantes, siete
rubíes, 16 perlas gruesas y 48 perlas menores con un peso de todo la
corona de sus 8 piezas de 4 marcos, una onza y una ochava y media. El
collar de balaxes de la Reina (regalo de bodas de Fernando del
cual ella se mostraba tan orgullosa y que tantas veces empeñó) estaba
hecho con 16 manojos de flechas todo ellos de oro, ocho balaxes grandes
cuadrados (piedra preciosa de berilio o rubí grueso) en sus engastes de
oro, ocho perlas gruesas puestas en sus molinetes que pesaron 5 marcos y
dos onzas de oro de ley de 22 quilates, se venden para conseguir 65.000
ducados para la dote de Catalina (Princesa de Gales) puestos en Londres
y depositados en un Convento por Agostín Italiano con quien se hace el
concierto[7].
Para la dote de María casada con D. Manuel de
Portugal el rey Fernando y los testamentarios dan por valor de 10.000
ducados que eran 3.350.000 mrs en joyas: una cruz de oro que fue del
Duque de Berri, cien perlas gruesas, otra cruz de oro con varios
diamantes y rubíes, un joyel de oro y un retablo de oro de tres piezas[8].
Podía seguir contando más sobre la testamentaria de
la reina, sus monedas, sus tapices (muchos se compraron el mismo año que
murió la Reina para el Palacio de Medina a Alonso de la Torre mercader
de Toledo por valor de 467.000 mrs), lienzos de devoción (se mandó
comprar por la reina, 12 imágenes de devoción grandes de lienzo de
Flandes y 52 chicas en la feria de Octubre de 1503 de Medina del
Campo al mismo mercader) y todo tipo de objetos descritos por Antonio de
la Torre y del Cerro, pero se saldría de los límites de este artículo
que lo único que pretende es dar a conocer que fue en Toro donde sucedió
todo esto, y que dos toresanos, sus testamentarios, fueron encargados
por la Reina de hacer cumplir su testamento. Tener gente así es un
orgullo y un ejemplo a seguir.
La lectura de su testamentaria y sobre todo las
cuentas de la Reina por el tesorero Baeza emociona y edifica.
Este es un pequeño resumen de la testamentaría de la
Reina Isabel que pudieron contemplar los toresanos en el Palacio de La
Leyes y en el Castillo de Toro en los primeros meses de 1505.
[1]
En esencia éste fue el resultado de las Cortes de Toro, según
Juan Manuel Carretero Zamora en su conferencia magistral en
Toro, el día 9 de Marzo del 2005 publicada por las Cortes de
Castilla y León en el 2006 en las Actas del Congreso
Conmemorativo del V Centenario en sus pp. 271-296.
[2] Tarsicio de Azcona, Isabel la Católica.
Vida y Reinado, La Esfera de los Libros, 2002, Madrid, pp.
616-625.
[3] Las referencias de todas las arcas con
detalle se pueden ver en el libro de Antonio de la Torre y del
Cerro, Testamentaria de la Reina Isabel La Católica,
Instituto Isabel la Católica, Valladolid, 1968.
[4] Antonio de la Torre y E.A. de la Torre.
Cuentas de Gonzalo de Baeza. Biblioteca “Reyes Católicos.
Madrid, 1955, Tomo II, pp. 9 y 101 (medio millón de mrs. en
caballos y mulas ricamente enjaezadas para la delegación del Rey
de Francia que vino con el Obispo de Albi a entregar al Rey y a
su Alteza la villa y fortaleza de Perpiñán y las otras
villas y lugares del Condado de Ruysellón el 23-X-1492).
[5] Pilar Silvia Maroto. La Colección de
Pinturas de la Reina Isabel.La magnificencia de un
Reinado, Quinto Centenario de Isabel La Católica 1504 -2004.
Junta de Castilla y León, notas 31 y 38.