AÑO 2.009

    

EDICIÓN DIGITAL


REVISTA Nº 5.     AÑO 2009

LA ASOCIACIÓN

LA CULTURA Y EL VOLUNTARIADO

ACTIVIDADES DE LA ASOCIACIÓN

DE LO NUESTRO

HACER DE TORO LA BARCELONA DE CASTILLA. ACERCA DE LAS PROHIBICIONES DEL CARNAVAL EN TORO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

IGLESIA-MUSEO DE SAN SEBASTIÁN DE LOS CABALLEROS

PRIMEROS RECUERDOS DE TORO

DE LO DE TODOS

 FIGURA Y GENIO DE ROCINANTE
LAS GUERRAS DE LOS ROMANOS CONTRA LOS SAMNITAS (I).
MITOGRAFÍA COMPARADA: LOS ORÍGENES DE ROMA
LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS O LA IMPOSIBLE ASIMILACIÓN SOCIAL Y CULTURAL DE UNA MINORÍA
UNA BUENA LEY
FLAMENCO. ENTRE LA TRADICIÓN Y LA RENOVACIÓN

EL RINCÓN DE LA LITERATURA

EL MUNDO COMPLEJO DEL VINO
EL OCASO DE UN TRABAJO
ILUSO SUEÑO
EL RINCÓN DE LA FOTOGRAFÍA
EL RÍO, EL AGUA, LA VIDA

UNA BUENA LEY

 

                                                                                              Saturnina Lorenzo García

 

            Cuando una persona dice “perdono pero no olvido” se la trata de rencorosa, lo que es totalmente falso. Eso de que para perdonar es necesario olvidar es una falacia que a fuerza de repetirse se ha llegado a considerar verdad. Porque las personas que tal afirman lo hacen con tal convicción como si de una verdad incontrovertible se tratara. Si una persona dice que perdona, es que perdona; sin más. Y no se puede perdonar a alguien que te ha ofendido o te ha hecho un daño, si no se tienen presentes en la memoria los hechos a los que afecta el perdón. Porque si los olvidas esos hechos ya no existen y no hay nada que perdonar. ¿Cómo vas  a perdonar una ofensa o un daño que ya no existen porque los has olvidado? Perdonar es un acto de nuestra voluntad; pero olvidar no es un acto voluntario. Los sucesos ocurridos acuden a nuestra memoria aunque no queramos y, en cambio, olvidamos cosas que desearíamos recordar.

            A las personas mayores nos resulta fácil recordar los hechos ocurridos hace muchos años, incluso en nuestra infancia, y no podemos acordarnos de cosas actuales: como se llama una persona conocida, o que hicimos ayer. Es que en la infancia la memoria está limpia, dispuesta a grabar lo que venga y queda guardado en su interior. Los recuerdos posteriores se graban en zonas más externas. Igual que las hojas de la cebolla, las más externas se desprenden con facilidad, mientras las internas permanecen hasta el final, los primeros recuerdos duran toda la vida y los últimos se olvidan fácilmente. Lo importante y misterioso es que teniendo presente en la memoria lo ocurrido –ofensa o daño- seamos capaces de perdonar.

            Con respecto a la conocida como Ley de la Recuperación de la Memoria Histórica[1] se manifiestan distintas opiniones: unos dicen que es abrir heridas que estaban cerradas. A éstos les digo: las heridas no están cerradas y permanecerán abiertas hasta que se sepa la verdad de lo que ocurrió, y se devuelva el honor de los que fueron asesinados y considerados revolucionarios. También a Cristo lo crucificaron por revolucionario. A Él que era hijo de Dios.

            No quiero seguir, sin antes relatar algo que me marcó toda la vida. Era yo muy pequeña, cuando por motivos políticos se practicó un registro en nuestra casa. Se presentaron dos guardias civiles con una orden de registro. Recorrieron la casa acompañados de de mi padre y yo con esa curiosidad infantil de saber de qué hablan los mayores iba detrás escuchando. Un guardia dijo: “En España no hay justicia, hace falta mano dura y el que la haga que la pague”. Mi padre contestó: “Para mí, justicia es dar a cada uno lo justo, lo que le corresponde”. A mí me quedó tan grabado aquello que durante toda mi vida he intentado dar a cada uno lo justo, lo que le correspondía. Si en mi vida profesional alguna vez tuve duda al calificar a un alumno que estaba entre dos notas opté por la mayor porque donde no llega la justicia llega la caridad. Ahora que soy una anciana octogenaria, sigo considerando la mejor definición de justicia la que oí aquel día en mi primera infancia.

            Bienaventurados los que padecen persecución por causa de su justicia (ser justo, honestos) porque de ellos es el reino de los cielos (8ª Bienaventuranza).

            Otros dicen: “No revolver porque huele mal”. No lo dicen así exactamente, sino de una forma más grosera. A éstos les digo: durante la Dictadura de Franco (un período demasiado largo) sólo se escuchó la voz de los vencedores que intentaron justificar la sublevación militar y la guerra como algo bueno que realizaron para bien de la patria.

            Burda mentira. La realidad fue ésta: en febrero de 1936 hubo elecciones generales que ganó el Frente Popular. La derecha no asumió la derrota y pidió ayuda  a los militares, que, como su oficio es la guerra se sublevaron contra el gobierno de la República legalmente constituido. Nunca os dijeron la verdad, ahora yo la digo, podéis creerme.

            En este punto hago un inciso para comentar una frase del Rey de España Don Alfonso XIII. Durante la guerra de África los españoles tuvieron una emboscada y fueron derrotados. Se llamó el desastre de Annual. Murieron muchísimos españoles y otros muchos fueron hechos prisioneros. Para liberar a los prisioneros, los moros pedían un elevado rescate. Cuando se lo comunicaron al Rey dijo esta frase: No sabía yo que era tan cara la carne de gallina”. Frase terriblemente insultante para unos hombres que habían expuesto su vida luchando por ¿amor a la patria o, más bien, por ambición real?

            Lo peor de las guerras es que desaparecen los jóvenes, lo mejor de la población. Quedamos las mujeres, los niños, los ancianos y los inútiles. Cuando estaba en Verín un anciano dijo: “Las guerras son necesarias porque hay exceso de población”. Yo le contesté: “En ese caso deberían ir en primera línea de combate los viejos”.

            Hay algunos que dicen: “También hubo asesinatos en la zona republicana”. Cierto y también injustificables. A éstos les digo: fueron cometidos por grupos incontrolados hasta que las autoridades salieron al paso para evitarlos. No así en la zona sublevada, que fueron ordenados por la cúpula gobernante. Aunque hubo algunos que aprovecharon la ocasión para sus venganzas personales en las que la envidia y la avaricia tuvieron mucho que ver. Tal es el caso de la maestra que denunció a un compañero para ocupar su puesto de trabajo (envidia) o el de aquellos terratenientes que cuando los jornaleros que habían hecho la siega en sus tierras fueron a cobrar el salario que les debían por su trabajo les dijeron: “¿Pero todavía no los han matado a ustedes?” Y los mataron en septiembre después de haber hecho la recolección para ahorrarse el jornal que en justicia les correspondía (avaricia). En los casos citados fueron mujeres las denunciantes, pero muchos hombres también actuaron de forma semejante.

            Afortunadamente la situación ha cambiado: lo que antes se llamó Ministerio de la Guerra y se llevaba la mayor parte del presupuesto nacional mientras que el Ministerio de Educación se destinaba una mínima parte, ahora se llama Ministerio de Defensa y los soldados españoles salen de España en misiones humanitarias en ayuda de los pueblos que la precisan. No a conquistar territorios aniquilando y destruyendo pueblos cuyos territorios ocupaban justificándolo como servicio a la patria con el fin de engrandecerla. El Cuartel Viriato, centro de preparación para la guerra convertido en campus universitario dónde los jóvenes reciben la formación científica y humana que sin duda les permitirá vivir mejor que nosotros hemos vivido. Ello me recuerda la profecía de Isaías: “Fundirán de sus espadas azadones, de sus lanzas podaderas, no levantarán espada contra nación ni se ejercitarán más en la guerra. Casa de Jacob, vayamos caminando hacia la luz de Yahvé”.

            Voy a terminar haciendo unas puntualizaciones para llamar a las cosas por su nombre: los sublevados llamaron a la zona ocupada por ellos zona nacional. ¡Falso!. La verdadera zona nacional era donde estaba el gobierno legalmente constituido, el de la Segunda República Española, España, a la que los rebeldes llamaron zona roja. Por desgracia, durante la contienda toda España de norte a sur, y de este a oeste, se tiñó de rojo con la sangre de los españoles derramada, unos en el frente de batalla y otros por la represión en la retaguardia.

            Que la Ley de la Recuperación de la Memoria Histórica cumpla la finalidad para la que ha sido hecha: la reconciliación de todos los españoles.


 

[1] El nombre verdadero es Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura.