AÑO 2.009

 

EDICIÓN DIGITAL


REVISTA Nº 5.     AÑO 2009

LA ASOCIACIÓN

LA CULTURA Y EL VOLUNTARIADO

ACTIVIDADES DE LA ASOCIACIÓN

DE LO NUESTRO

HACER DE TORO LA BARCELONA DE CASTILLA. ACERCA DE LAS PROHIBICIONES DEL CARNAVAL EN TORO EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII

IGLESIA-MUSEO DE SAN SEBASTIÁN DE LOS CABALLEROS

PRIMEROS RECUERDOS DE TORO

DE LO DE TODOS

 FIGURA Y GENIO DE ROCINANTE
LAS GUERRAS DE LOS ROMANOS CONTRA LOS SAMNITAS (I).
MITOGRAFÍA COMPARADA: LOS ORÍGENES DE ROMA
LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS O LA IMPOSIBLE ASIMILACIÓN SOCIAL Y CULTURAL DE UNA MINORÍA
UNA BUENA LEY
FLAMENCO. ENTRE LA TRADICIÓN Y LA RENOVACIÓN

EL RINCÓN DE LA LITERATURA

EL MUNDO COMPLEJO DEL VINO
EL OCASO DE UN TRABAJO
ILUSO SUEÑO
EL RINCÓN DE LA FOTOGRAFÍA
EL RÍO, EL AGUA, LA VIDA

EL OCASO DE UN TRABAJO 

Lorenza Galán Pérez

 

 

Hombres rudos de Castilla

de mi tierra zamorana,

cuanto sudor derramaron

por la estepa castellana.

 

Al llegar la primavera

con gran afán se entregaban

a la muy dura tarea

que la tierra reclamaba.

 

Andando tras el arado

sujetando la mancera,

cerro arriba, cerro abajo

hacían la sementera.

 

Apenas se recogía

la cosecha de los campos,

comenzaban a sembrar

para el siguiente verano.

 

Delante iba el sembrador

esparciendo la semilla,

y detrás iba el gañán

cubriendo lo que esparcía.

 

Sin echar la vista atrás

todo el día caminaban,

soportando los rigores

que la estación enviara.

 

Si con sol mucho calor

o el recio viento silbaba,

aguantaban resignados

hasta el fin de la jornada.

 

Ni siquiera en el invierno

carecían de tareas,

ya que a la fragua acudían

a sacar punta a las rejas.

 

A cuantas mujeres rurales

al llegar la primavera,

se les veía en los campos

quitando las malas hierbas.

 

 

 

A las mujeres de entonces

no hay que echarlas al olvido,

que arrimaron bien el hombro

a sus padres y maridos.

 

Además de amas de casa

y de criar a sus hijos,

trabajaban en los campos

en lo que fuera preciso.

 

A cavar los melonares

en recoger la cosecha,

a cuidar los animales

hacer y llevar meriendas.

 

Unas iban a espigar

o a trabajar a la era,

y a veces a segar

que a todo estaban dispuestas.

 

Segando surco tras surco

igual que un hombre cualquiera,

soportaban los calores

en la estación veraniega.

 

Cuantos hombres y mujeres

se veían por  los campos,

con un sol abrasador

trabajando sin descanso.

 

Antes del amanecer

partían hacia el trabajo,

con las alforjas al hombro

hasta llegar a los tajos.

 

Algunos sobre un pollino

pero muchos caminando,

los unos hacían sus tierras

los otros a las del amo.

 

Siempre con dorso curvado

trabajaba el segador,

derramando todo el día

a raudales el sudor.

 

 

Y así dos meses o más

desde el alba hasta el ocaso.

se tiraba el segador

surco tras surco segando.

 

Al finalizar la siega

aquellas gentes del campo,

reflejaban en sus rostros

los esfuerzos realizados.

 

Pero a pesar del esfuerzo

tras las yuntas o segando,

se les oía cantar,

a nuestra gente del campo.

 

Porque son los de mi tierra

vigorosos y bizarros,

con nobleza sin igual

trabajadores y honrados.

 

Ya todo ha quedado atrás

la mancera, los arados,

los cribos y los rastrillos

y los aperos del ganado.

 

 

Adiós también a los trillos

a las eras, a los carros,

a los yugos y las yuntas

a las mulas y los asnos.

 

Adiós a los segadores

y a los pequeños gañanes,

porque ha llegado el progreso

a nuestros pueblos rurales.

 

Adiós mantas zamoranas

que mucho frío quitaron,

a los hombres y mujeres

trabajadores del campo.

 

Bendito sea el progreso

para todos los del campo,

ya que dura es la faena

si se realiza a mano.

 

Aunque ha llegado el progreso

no debemos olvidarnos,

de aquellos trabajadores

de nuestros ANTEPASADOS