|
|
EL OCASO DE UN TRABAJO Lorenza Galán Pérez
Hombres rudos de Castilla de mi tierra zamorana, cuanto sudor derramaron por la estepa castellana.
Al llegar la primavera con gran afán se entregaban a la muy dura tarea que la tierra reclamaba.
Andando tras el arado sujetando la mancera, cerro arriba, cerro abajo hacían la sementera.
Apenas se recogía la cosecha de los campos, comenzaban a sembrar para el siguiente verano.
Delante iba el sembrador esparciendo la semilla, y detrás iba el gañán cubriendo lo que esparcía.
Sin echar la vista atrás todo el día caminaban, soportando los rigores que la estación enviara.
Si con sol mucho calor o el recio viento silbaba, aguantaban resignados hasta el fin de la jornada.
Ni siquiera en el invierno carecían de tareas, ya que a la fragua acudían a sacar punta a las rejas.
A cuantas mujeres rurales al llegar la primavera, se les veía en los campos quitando las malas hierbas.
A las mujeres de entonces no hay que echarlas al olvido, que arrimaron bien el hombro a sus padres y maridos.
Además de amas de casa y de criar a sus hijos, trabajaban en los campos en lo que fuera preciso.
A cavar los melonares en recoger la cosecha, a cuidar los animales hacer y llevar meriendas.
Unas iban a espigar o a trabajar a la era, y a veces a segar que a todo estaban dispuestas.
Segando surco tras surco igual que un hombre cualquiera, soportaban los calores en la estación veraniega.
Cuantos hombres y mujeres se veían por los campos, con un sol abrasador trabajando sin descanso.
Antes del amanecer partían hacia el trabajo, con las alforjas al hombro hasta llegar a los tajos.
Algunos sobre un pollino pero muchos caminando, los unos hacían sus tierras los otros a las del amo.
Siempre con dorso curvado trabajaba el segador, derramando todo el día a raudales el sudor.
Y así dos meses o más desde el alba hasta el ocaso. se tiraba el segador surco tras surco segando.
Al finalizar la siega aquellas gentes del campo, reflejaban en sus rostros los esfuerzos realizados.
Pero a pesar del esfuerzo tras las yuntas o segando, se les oía cantar, a nuestra gente del campo.
Porque son los de mi tierra vigorosos y bizarros, con nobleza sin igual trabajadores y honrados.
Ya todo ha quedado atrás la mancera, los arados, los cribos y los rastrillos y los aperos del ganado.
Adiós también a los trillos a las eras, a los carros, a los yugos y las yuntas a las mulas y los asnos.
Adiós a los segadores y a los pequeños gañanes, porque ha llegado el progreso a nuestros pueblos rurales.
Adiós mantas zamoranas que mucho frío quitaron, a los hombres y mujeres trabajadores del campo.
Bendito sea el progreso para todos los del campo, ya que dura es la faena si se realiza a mano.
Aunque ha llegado el progreso no debemos olvidarnos, de aquellos trabajadores de nuestros ANTEPASADOS
|
||||||||||||||||||||||